Ciudad de México, 9 de marzo (SinEmbargo).- Científicos, organismos de salud internacionales, gobiernos alrededor del mundo y grandes empresas, están llevando una batalla que a últimos años ha arreciado. Desde su trinchera, cada una de estas fuerzas defiende sus propios intereses muchas veces a costa de millones de muertes, en donde el nuevo enemigo es una sustancia tan adictiva como la cocaína, que se comercia a todos niveles, afectando por igual a niños y grandes: el azúcar.
Después de años de debate para saber qué es lo que verdaderamente engorda y enferma a la población, tras desligar a las grasas y el colesterol de los miles de infartos alrededor del mundo, parece que el azúcar es el reciente gran culpable de la epidemia del nuevo siglo, con mil 900 millones de adultos con sobrepeso y 600 millones con obesidad en todo el mundo.
En días recientes, la Organización Mundial de la Salud (OMS), puso el dedo en la llaga de las empresas de alimentos y bebidas, al endurecer sus recomendaciones para el consumo de azúcar a “menos del 10 por ciento del consumo total de calorías diarias”, es decir menos de 50 gramos o menos 12 cucharaditas, con el fin de reducir los riesgos a la salud.
La dependencia de salud de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) además extendió una recomendación “condicional”, en la que sugiere reducir dicho consumo hasta el cinco por ciento o 25 gramos (seis cucharaditas), para obtener beneficios adicionales.
Ante ello, al día siguiente empresas refresqueras pertenecientes al Consejo Internacional de Asociaciones de Bebidas (ICBA), rechazaron dichas recomendaciones por considerar que “no refleja un consenso científico”.
La Asociación Nacional de Empresarios de Colombia (ANDI); la Asociación Nacional de Productores de Refrescos y Aguas Carbonatadas, A. C. (ANPRAC) de México; y las estadounidenses PepsiCo y Coca-Cola, entre otras, se suscribieron al pronunciamiento en el que señalan que el organismo “se basa principalmente en tres estudios sobre el consumo de azúcar y la caries dental que se consideraron de ‘calidad científica muy baja’ por los investigadores seleccionados por la OMS para llevar a cabo la revisión de la evidencia. En cuanto a la obesidad, no existe una base científica para el tratamiento de los azúcares libres de manera diferente que los azúcares intrínsecos”.
Así el ICBA “dio la bienvenida” a la OMS y otras partes interesadas para buscar soluciones efectivas para esos problemas de salud, las cuales “deberían enfocarse en los esfuerzos colectivos en el gobierno, la sociedad civil y la industria que promueven las dietas balanceadas, la actividad física regular y una correcta higiene bucal”, escribieron en un comunicado.
Anteriormente, en 2012, la Industria Refresquera Mexicana negó «categóricamente» la relación entre el consumo de bebidas azucaradas y el incremento de casos de diabetes en México, «estas afirmaciones son malintencionadas y carentes de sustento científico […] Instituciones especializadas y expertos en el tema coinciden en que la diabetes es resultado de un desorden metabólico debido a la resistencia y/o insuficiencia a la insulina en el organismo. La diabetes tiene múltiples factores de riesgo, que van desde la predisposición genética, el sobrepeso y la talla abdominal, los hábitos sedentarios y dietas desequilibradas, entre otros. La ingesta de azúcares y otros carbohidratos no son los causantes directos de este padecimiento», escribieron.
Dos años después, el Instituto Nacional de Salud Pública (INSP) citó los resultados del Dr. Dariush Mozaffarian, rector de la Escuela Friedman de Políticas y Ciencias de Nutrición de la Universidad de Tufts, en Estados Unidos, en los que dijo, las bebidas azucaradas son responsables de más de 24 mil muertes cada año en México, y en menores de 45 años se relaciona con los fallecimientos atribuidos a la diabetes, enfermedad cardiovascular y obesidad, del 22 por ciento de los hombres y el 33 por ciento de las mujeres.
Actualmente, México es el país con el mayor consumo de refresco anual con 163 litros per cápita, de acuerdo con un estudio de la organización civil internacional Oxfam y la mexicana El Poder del Consumidor, y según un estudio del Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO) actualmente existen 8 millones 600 mil diabéticos por sobrepeso u obesidad, esto significa que más del 7 por ciento de la población mexicana tiene diabetes, lo que la coloca como la tercera causa más común de muerte.
Entonces, fuera de estas cifras, ¿qué tanto daño hace el azúcar a la salud?
Primero, tal como lo señala la OMS en su posicionamiento, los culpables de cualquier afección son los azúcares añadidos, es decir aquellos que se agregan durante la fabricación o preparación de los alimentos y bebidas y no se encuentran en ellos de manera natural, como en el caso de las frutas y las verduras, de los cuales no se tiene ninguna evidencia de dañar el organismo.
Entonces, Fiorella Espinosa, investigadora y coordinadora de Salud Alimentaria en la organización El Poder del Consumidor explica a SinEmbargo los principales peligros que el consumo en exceso de estos alimentos provoca. En primera, dice, favorece el desequilibrio energético o que se consuman más calorías que las que las personas necesitan. «El azúcar está presente en una gran parte de los alimentos industrializados, se sabe que la industria la utiliza en conjunto con la sal porque potencia los sabores, por eso decía la OMS que puede estar en productos que no se piensa que la contienen [como la cátsup], también en las frituras porque tiene un efecto de potenciar el sabor”.
Otra de las características de los alimentos altos en azúcar es tener lo que se ha denominado calorías vacías, las cuales no aportan más nutrimentos que la glucosa, que carece de vitaminas ni minerales. «Lleva a que se desplacen alimentos que son de la mejor calidad, esto es particularmente importante en niños porque puede provocar deficiencias», menciona.
A la par del azúcar de caña, actualmente la industria está utilizando jarabe de maíz o de alta fructuosa para endulzar los productos, pues es más dulce y más barato de producir. Se puede encontrar en las bebidas gaseosas y tras varios estudios han visto que está presente también en alimentos que van dirigidos a niños, «lo cual es preocupante, porque los efectos a la salud que tiene este ingrediente, son varios, lo primero: se absorbe tan rápido en el cuerpo genera altas concentraciones de triglicéridos, asociamos el consumo de grasas con altas concentraciones de triglicéridos pero en realidad se ha visto que el jarabe de maíz lo ha generado, y esto afecta directamente al hígado, que puede convertirse en hígado graso. Hoy en día hay niños que ya tienen este padecimiento, cosa que antes no se veía, ese hígado graso puede llevar a diabetes o cáncer».
La experta dice que otro efecto a la salud que se ha subestimado es la caries dental, muy presente sobre todo en la infancia, «y esto no sólo le cuesta a la familia si no también al estado, se sabe que ocupa entre el 5 y el 10 por ciento del presupuesto en salud a los países de altos ingresos, y es totalmente prevenible».
La ciencia y el conflicto de interés
En días pasados, Michael Halpern, gerente del Centro de la Ciencia y la Democracia de la Unión de científicos Comprometidos de UE, ofreció una conferencia de prensa en la Ciudad de México, en la que habló sobre las técnicas que utiliza la industria para demeritar los hallazgos y presionar a la comunidad científica.
Halpern dijo que muchas veces la ciencia es simplemente ignorada al momento de tomar decisiones de salud, o las empresas se encargan de refutar estos estudios, calificándolos de exagerados y no contundentes, tal como en los casos anteriormente descritos y suele pasar también en materia de tabaco, plomo, contaminantes del aire, azúcar y derivados, que son nocivos para la salud y el medio ambiente.
Así, la industria busca evitar regulaciones que afecten a sus productos a través de la generación de incertidumbre y desinformación, intimidación a científicos, busca financiar las investigaciones para así tener control sobre los resultados, cuando en algunas ocasiones obliga a los involucrados a firmar contratos para no hacerlos públicos
Asimismo, mencionó que una estrategia de las empresas ha sido promover a posiciones clave en el gobierno a personas aliadas a sus intereses, quienes pasan de laborar en las corporaciones a trabajar para el gobierno y luego de regreso, con lo que fortalecen los intereses privados y dañan los intereses públicos.
En México, diversas asociaciones han denunciado que existe un contubernio entre la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (Cofepris) y las empresas que comercializan productos chatarra para beneficiar un etiquetado que representa un riesgo en la salud de los niños.
En septiembre del año pasado, Alejandro Calvillo Unna, director de la organización civil El Poder del Consumidor informó en su columna “¿A qué intereses sirve COFEPRIS?” que tras realizar una solicitud de información a la Comisión presidida por Mikel Arriola Peñalosa, sobre quién y bajo qué criterios se elaboró el etiquetado frontal que actualmente deben de lucir los alimentos y bebidas, la respuesta fue que tres funcionarios de Cofepris: dos abogados y una maestra en ciencias ambientales. Sin nutriólogos, médicos de ningún tipo, autoridades de salud o siquiera estudios que lo respaldaran.
“El hecho de que Cofepris no haya constituido un grupo de trabajo conformado por expertos y los institutos de salud es una prueba del contubernio de este organismo con la industria. Cualquier regulación, de mucho menor importancia, requiere de cuerpos de expertos, ¿cómo dos abogados y una maestra en ciencias ambientales deciden criterios nutricionales para la población mexicana? En realidad Cofepris si conformó un grupo de expertos, pero lo hizo con la industria y esto es inconfesable”, denunció Calvillo entonces.
Dicho etiquetado que la industria ha utilizado y promovido por años, es confuso y engañoso, de acuerdo con expertos, pues se basa en un total de 90 gramos de azúcar como máximo nivel de ingesta diaria recomendada, equivalente al 18% de la ingesta calórica total y a 18 cucharadas cafeteras, lo cual es aproximadamente dos a cuatro veces más permisivo que lo recomendado por la OMS para adultos, pues además suma los azúcares libres y los naturales bajo el concepto de «azúcares totales» que ayuda a ocultar los añadidos.
En un comunicado, la Alianza por la Salud Alimentaria ejemplifica con el caso de un refresco de 600 mililitros. En el etiquetado frontal emitido por México dirá que contiene de azúcar el 70% de “nutrimentos diarios”, mientras que de acuerdo con criterio de la OMS para adultos, debería de indicar: Azúcar 126% si se considera la recomendación del 10 por ciento y 252% si se considera la recomendación del 5 por ciento.
Los azúcares «escondidos»
Sin embargo, lo que también preocupa a la OMS son los azúcares “escondidos” en las comidas procesadas, que generalmente no se ven como endulzantes por el consumidor, por ejemplo, los cuatro gramos de azúcar que contiene una cucharada sopera de cátsup, un producto que no suele asumirse como altamente dulce o dañino.
La química en alimentos de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), Carolina Aragón, dijo a SinEmbargo que dichos endulzantes «no están ‘escondidos’ como tal, más bien lo ignoramos. Por ley (NOM-051) las empresas de alimentos deben declarar el contenido nutrimental por porción, así que en la mayoría de los casos [y si no están violando la ley] todos los productos dicen la cantidad de carbohidratos que tienen y con base en ellos, la cantidad de azúcar, está en cada etiqueta de producto, pero nunca vemos esa parte».
Y ejemplificó con algunos alimentos que tienen azúcar y no sabemos, como los frijoles refritos empaquetados, los cuales tienen 2.1 gramos (g) de azúcar por cada bolsa de 430 gramos, o un queso crema con 4.4 g de azúcar por 100 g de producto.
«No tenemos la cultura de saber o medir qué tanto comemos […] o quién se pone a pensar ‘¿si me tomo la mitad de la Coca hoy ya no rebasaré mi ingesta diaria recomendada de azúcar?'»
Menciona que los valores recomendados de ingesta de azúcar y calorías, son generales y más bien pueden variar de persona a persona según su masa corporal, edad, actividad física y estado de salud. «Tu cuerpo te avisa cuando te estás excediendo, hay que conocer lo que se consume, leer etiquetas ayuda mucho, cuando te interesa saber lo que comes, investigas, se fomenta la curiosidad y es más fácil que descubras qué te aporta más azúcar, qué deberías consumir menos».
Explica que, en muchos casos se le añade azúcar a los productos por dos factores, darle un sabor dulce agradable y para conservar, «cuando una bebida tiene menos del 10 por ciento de azúcar, es más fácil que se eche a perder, entonces tienen que adicionar conservadores, los refrescos sí tienen, pero los jugos no, en la mayoría de los casos, entonces para conservar jugos, néctares y conservas (duraznos en almíbar, por ejemplo) ajustan el azúcar entre 10 y 13 por ciento».
Por su parte, Fiorella Espinosa es clara: «Fisiológicamente el cuerpo humano puede vivir sin azúcares añadidos porque lo único que nos provee es glucosa de rápida absorción, cuando los cereales integrales nos pueden proveer esa misma glucosa con una absorción más lenta, que es la que es más saludable».
Entre sus recomendaciones para mejorar la salud desde este flanco está no utilizar edulcorantes como una primera opción, sino sustituir las bebidas azucaradas por aquellas libres de endulzantes, como el agua simple principalmente, la leche, el té y café sin agregar azúcar.
«Nuestro mensaje es que aprendamos a comer con menos azúcar, el gusto puede ser modificado en pocos días o semanas, eso está comprobado, entonces la idea es volver a disfrutar los sabores de los alimentos sin tener que agregar este sabor dulce», finaliza.